6.3.1. CUENTOS PARA LEER
6.3.2. CUENTOS PARA ESCUCHAR
6.3.1. CUENTOS PARA LEER
LA PALOMA MARI PAZ
La luna grande y redonda, como una
pelota de plata, brillaba en lo alto del cielo. Esa noche hacia tanto calor en
la selva que el mono Tono no era capaz de coger el sueño. Harto de dar vueltas
en su rama, bajó a la laguna a darse un baño.
-¡Vaya! –Exclamó al asomarse a las
aguas tranquilas- ¡Una tarta de nata! ¿Qué rica! Me la voy a comer entera yo
solito.
En ese momento pasaba por allí la
elefanta Amaranta, dispuesta a llenar su trompa de agua para darse una
refrescante ducha. Cuando Amaranta vio al mono Tono preparado para hincarle el
diente a una enorme tarta de nata que flotaba en mitad de la laguna, se puso a
barritar:
-¿Cómo te atreves, mono mamarracho? –Le
gritó levantando la trompa-. Esa tarta será para mí.
-Y ¿por qué? –Le preguntó enfadado el
mono Tono- La tarta es mía: ¡yo la vi primero!
-¡Ah!, no, no, ni hablar. Es mía
porque soy la más fuerte de la selva. Y si no estás de acuerdo, emplearé toda
mi fuerza contra ti y te haré papilla.
El mono Tono, atemorizado, decidió
volverse a su rama.
La elefanta Amaranta iba a empezar a
darse un atracón de tarta de nata, cuando acertó a pasar por allí el león
Ramón.
-Uy, qué sed tengo –se dijo Ramón-. Voy
acercarme a la laguna para beber su agua fresquita.
Pero al llegar a la orilla, vio a la
elefanta Amaranta a punto de ponerse como el quico.
-¿Cómo te atreves, elefanta sin seso, a
comerte un tarta sin mi permiso? Esa tarta es mía.
-Pero, ¿por qué? –se atrevió a
preguntar la elefanta.
- Pues porque soy el rey y todo lo que
hay en la selva me pertenece. Y si te atreves a rechistar, utilizaré mi poder
para expulsarte de mi reino.
Impresionada por el brillo de la corona
real, la elefanta no se atrevió a decir ni mu y decidió alejarse.
El león estaba ya relamiéndose de
gusto y abriendo sus fauces para engullir de un solo bocado la enorme tarta. En
ese preciso instante salió del agua la hipopótama Pótama, que se estaba dando su
baño nocturno.
-¿Cómo te atreves, león presuntuoso?
Esa tarta es de mi propiedad.
-Pero, ¿por qué? –Rugió el león-. Yo
soy el rey de la selva.
-Tú serás todo lo rey de la selva que
quieras, pero en esta charca la que manda soy yo. Y si me robas lo que está en
mi territorio, no te dejaré que te vuelvas a acercar a beber a la laguna.
El león sabía que el agua era muy
importante para poder vivir. Así que pensó que lo más prudente era marcharse
por donde había venido.
La hipopótama Pótama, dando un
berrido espeluznante, se metió en el agua de nuevo para comerse la tarta. Más
no pudo hacerlo, porque oyó los gritos de protesta de la urraca Paca que volaba
alrededor de la laguna:
-¿Cómo te atreves, hipopótama
insensata? Esa tarta tiene que ser mía.
-Pero...¡hip!, ¿por qué? –preguntó la
hipopótama con un ataque de hipo.
-Pues porque soy el animal más rico de
estos contornos y puedo comprarlo todo con mis riquezas. ¿A que no podrás
resistirte a darme la tarta a cambio de este puñado de piedras brillantes? –le
propuso la urraca, mostrándole un montón de rubíes, esmeraldas y diamantes.
Al ver tanta riqueza, a la hipopótama
se le encendieron los ojillos de codicia. Sin perder ni un segundo, Pótama
cogió las piedras preciosas y salió corriendo.
Entre tanto, con tanta discusión y
tanto ir y venir de animales, se había hecho de día. La luna se había marchado
a dormir y, en su lugar, lucía un gran sol amarillo. Cuando la urraca se lanzó
sobre la laguna para darse un festín, se dio cuenta de que...¡la tarta había
desaparecido!
-¡Eh!, tú, hipopótama Pótama, ven aquí
ahora mismo. Seguro que has sido tú la que te has comido la tarta.
-¡Ah!, no, ni hablar, yo no he sido –contestó
indignada la hipopótama. Seguro que ha sido el león Ramón.
-Pero, qué dices, si yo ni siquiera la
he probado –se defendió el león-. Seguro que ha sido la elefanta Amaranta.
-¡¿Cómo?! ¡Que yo me he comido la tarta!
Serás mentiroso. Yo no como tarta de nata desde que era pequeña. Seguro que ha
sido el mono Tono.
-¡¿Yo?! Como voy a comérmela yo, si
llevo un montón de tiempo subido en mi rama escuchando vuestros gritos. Seguro
que ha sido la urraca Paca.
Y así, echándose la culpa y
discutiendo sin parar se pasaron horas y horas hasta que volvió a hacerse de
noche.
-Mirad –gritó el mono Tono-. La tarta
vuelve a estar en medio de la laguna
Al verla, todos los animales se
abalanzaron sobre ella, pero cuando fueron a morderla, sólo consiguieron darse
un buen coscorrón y llenar sus bocas de agua del lago.
-¿Qué es esto? –Vociferaron indignados-
¿Adónde ha ido a parar?
Una risa alegre, que tintineaba como
una campanilla, llamó la atención de los animales. Era la paloma Mari Paz que
lo había visto todo desde el cielo.
-Ji, ji, ji, ji, ji –reía divertida
Mari Paz-. ¿Pero no os dais cuenta de que la tarta de nata no es más que la
luna llena que se refleja en la laguna?
Menudo chasco se llevaron Tono,
Amaranta, Ramón, Pótama y Paca. Tanto tiempo discutiendo para eso.
A la paloma Mari Paz le dio mucha pena
ver sus caras de decepción.
-Venid conmigo –les dijo— Os voy a
invitar a un pastel de chocolate, lo he cocinado yo misma esta mañana.
-Pero... ¿por qué? –Le preguntó el mono
Tono- ¿Es tu cumpleaños?
-¡Oh!, no, no es mi cumpleaños, ni mi
santo, ni nada de eso. Es que estoy convencida de que compartiendo las cosas,
se disfruta más de ellas. Y yo voy a disfrutar mucho más de mi pastel si lo
comemos todos juntos.
Y alrededor de la laguna, mirando la
luna de plata, aquella pandilla de animales se lo pasó de maravilla comiendo
pastel de chocolate y riéndose sin parar.
Después de mucho comer, aprendieron de
este encuentro que compartir y ofrecer hace cosquillas por dentro.
LAS LÁGRIMAS DEL DRAGÓN, CUENTO JAPONÉS
Lejos, muy lejos,
en la profunda caverna de un país extraño, vivía un dragón cuyos ojos centelleaban
como tizones ardientes.
Las gentes del
entorno estaban asustadas y todos esperaban que alguien fuera capaz de matarlo.
Las madres temblaban cuando oían hablar de él, y los niños lloraban en silencio
por miedo a que el dragón les oyese.
Pero había un niño
que no tenía miedo:
- Taró, ¿a quién debo
invitar a la fiesta de tu Cumpleaños?
- Mamá, quiero que
invites al dragón.
- ¿Bromeas?, - dijo
la madre.
- No, quiero que
invites al dragón, - repitió el niño.
La madre movió la
cabeza desolada. ¡Qué ideas tan extrañas tenía su niño! ¡No era posible!
Pero el día de su
Cumpleaños, Taró desapareció de casa. Caminó por los montes, atravesando
torrentes y bosques, hasta que llegó a la montaña donde vivía el dragón.
-¡Señor dragón!
¡Señor dragón!, -gritó con voz vibrante.
-¿Qué pasa? ¿Quién
me llama?, - pensó el dragón, sacando la cabeza fuera de su enorme caverna.
-Hoy es mi
Cumpleaños y mi madre preparará un montón de dulces, -gritaba el niño-. He
venido para invitarte.
El dragón no podía
creerse lo que oía y miraba al niño gruñendo con voz cavernosa. Pero Taró no
tenía miedo y continuaba gritando:
-¡Señor dragón!
¿Vienes a mi fiesta de Cumpleaños?
Cuando el dragón entendió que el niño hablaba
en serio, se conmovió y empezó a pensar:
-Todos me odian y me
temen. Nadie me ha invitado nunca a una fiesta de Cumpleaños. Nadie me quiere.
¡Qué bueno es este niño!
Y mientras pensaba
esto, las lágrimas comenzaron a descolgarse de sus ojos. Primero unas pocas,
después tantas y tantas que se convirtieron en un río que descendía por el
valle.
-Ven, móntate en mi
grupa - dijo el dragón sollozando- te llevaré a tu casa.
El niño vio salir al
dragón de la madriguera. Era un reptil bonito, con sutiles escamas coloradas,
sinuoso como una serpiente, pero con patas muy robustas.
Taró montó sobre la
espalda del feroz animal y el dragón comenzó a nadar en el río de sus lágrimas.
Y mientras nadaba, por una extraña magia, el cuerpo del animal cambio de forma
y medida y el niño llegó felizmente a su casa, conduciendo una barca con
adornos muy bonitos y forma de dragón.
BUSCANDO LA PAZ
Había una vez un rey que ofreció un gran
premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero
solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre
ellas.
La primera era un lago muy tranquilo.
Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que
lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes
blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz
perfecta.
La segunda pintura también tenía
montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo
furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo
parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para
nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó
cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta
de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir del
la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su
nido...
¿Paz perfecta...?
¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda.
¿Sabes por qué?
"Porque," explicaba el Rey,
"Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo
duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas
cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero
significado de la paz."
GANEMOS JUNTOS
Hace algunos años,
en los paraolímpicos infantiles de Seattle, nueve concursantes, todos con
alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida
para correr los 100 metros planos.
Al sonido del disparo todos salieron,
no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la
carrera, llegar a la meta y ganar.
Todos, es decir, menos uno, que tropezó
en el asfalto y empezó a llorar.
Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad, se dieron la vuelta y regresaron todos.
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo "Eso te lo va a curar". Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.
Todos
en el estadio se pusieron de pie, las porras y aplausos duraron varios minutos.
La gente que estuvo presente aún cuenta la historia.
¿Por qué? Porque dentro de nosotros
sabemos una cosa: Lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros
mismos.
Lo importante en esta vida es ayudar a
ganar a otros, aún cuando esto signifique tener que disminuir la velocidad o
cambiar el rumbo.
LA PIEDRA DE SOPA
En un pequeño pueblo, una mujer se
llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño,
correctamente vestido, que le pedía algo de comer.” Lo siento”, dijo ella,
“pero ahora mismo no tengo nada en casa”.
“No se preocupe”, dijo amablemente el
extraño.”Tengo una piedra de sopa en mi cartera; si usted me permitiera echarla
en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más exquisita sopa del mundo. Un
puchero muy grande, por favor.
A la mujer le picó la curiosidad,
puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus
vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido
allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la
piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y
exclamó: “!Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.”
“!Yo tengo patatas en mi cocina!”,
gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de
patatas peladas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el
brebaje.”!Excelente!,dijo; y añadió pensativamente: “Si tuviéramos un poco de
carne , haríamos un cocido de lo más apetitoso....!”
Otra ama de casa salió zumbando y
regresó con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente,
introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo , puso los ojos en
blanco y dijo:”!Ah, que sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería
perfecto, absolutamente perfecto...”
Una de las vecinas fue corriendo hasta
su casa y volvió con una cesta llenan de cebollas y zanahorias. Después de
introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente el guiso y,
con tono autoritario , dijo: “La sal”.”Aquí la tiene”, le dijo la dueña de la
casa. A continuación dio orden: “Platos para todo el mundo”.La gente se
apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo
incluso pan y frutas.
Luego se sentaron a disfrutar de la
espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su
increíble sopa .Todos se sentían extrañamente felices y mientras reían ,
charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el
extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de
sopa, que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa
del mundo.
EL VENDEDOR DE GLOBOS
Una
vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos
y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, en donde estaban
los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda una pudiera
imaginarse.
Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.
Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estabaclarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó:
-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que un tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.
Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.
Y el negrito le contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie
había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:-Haz tú mismo la prueba. Suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos
los demás.
Con ansiedad y esperanza, el
negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que
también el suyo trepaba velozmente, lo mismo que habían hecho los demás globos.
Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada,
le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.
LA LEYENDA DEL ARCO IRIS
Cuentan que hace mucho tiempo los
colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante,
el más útil, el favorito.
El verde dijo: “Sin duda, yo soy el
más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la
hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían. Mirad
alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas”.
El azul interrumpió: “Tú sólo piensas
en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la Vida y
son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y paz y
serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.
El amarillo soltó una risita:
“¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. El sol
es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que
miráis a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría
alegría”.
A continuación tornó la palabra el
naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente
pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo
transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las
calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando
vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza
es tan impresionante que nadie piensa en vosotros”.
El rojo no podía contenerse por más
tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a
luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía
como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de
pascua y la amapola”.
El púrpura enrojeció con toda su fuerza.
Era muy alto y habló con gran pompa: “Soy el color de la realiza y del poder.
Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque el signo de la
autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me
obedece”.
El añil habló mucho más tranquilamente
que los otros, pero con igual determinación: “Pensad en mí. Soy el color del
silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais superficiales.
Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas.
Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.
Así fue cómo los colores estuvieron
presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Su querella se hizo
más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y
brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a
caer a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con
miedo, acercándose unos a otros buscando protección.
La lluvia habló: “Estáis locos, colores,
luchando contra vosotros mismos, intentando cada uno dominar al resto. ¿No
sabéis que Dios os ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo especial, único,
diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo”.
Dios quiere extenderos a través del
mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que os ama a todos, de que
podéis vivir juntos en paz, como promesa de que está con vosotros, como señal
de esperanza para el mañana”. Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el
mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veáis, os acordéis
de que tenéis que teneros en cuenta unos a otros.
EN LA RIBERA DEL OKA
En la ribera del Oka vivían felices
numerosos campesinos; la tierra no era fértil pero, labrada con constancia,
producía lo necesario para vivir con holgura y aún daba para guardar algo de reserva.
Iván, uno de los labradores, estuvo
una vez en la feria de Tula y compró una hermosísima pareja de perros sabuesos
para que cuidaran su casa. Los animalitos al poco tiempo se hicieron conocidos
por todos los campos de la vega del Oka por sus continuas correrías, en las que
ocasionaban destrozos en los sembrados; las ovejas y los terneros no solían
quedar bien parados.
Nicolai, vecino de Iván, en la primera
feria de Tula compró otra pareja de perros para que defendieran su casa, sus
campos y sus tierras.
Pero, al tiempo que cada campesino
–para estar mejor defendido- aumentaba el número de perros, éstos se hacían más
exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino
que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que
construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.
Al principio, los nuevos guardianes
riñeron con los antiguos, pero pronto se hicieron amigos y los cuatro hicieron
juntos las correrías.
Los otros vecinos, cuando vieron
aumentar el peligro, se hicieron también con sabuesos, y así, al cabo de pocos
Años, cada labrador era dueño de una jauría de 10 ó 15 perros. Apenas
oscurecía, al más leve ruido, los sabuesos corrían furiosos y armaban tal
escándalo que parecía que un ejército de bandidos fuera a asaltar la casa. Los
amos, asustados, cerraban bien sus puertas y decían:
-¡Dios mío! ¿Qué sería de nosotros
sin estos valientes sabuesos que abnegadamente defienden nuestras casas?
Entretanto, la miseria se había
asentado en la aldea; los niños, cubiertos de harapos, palidecían de frío y de hambre, y los hombres, por más que trabajaban de la mañana a la noche,
no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia. Un día,
se quejaban de su suerte delante del hombre más viejo y sabio del lugar, y como
culpaban de ella al cielo, el anciano les dijo:
-La culpa la tenéis vosotros; os
lamentáis de que en vuestra casa falta el pan para vuestros hijos, que
languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos mantenéis docenas de
perros gordos y lustrosos.
-Son los defensores de nuestros
hogares- exclamaron los labradores.
-¿Los defensores? ¿De quién os
defienden?
-Señor, si no fuera por ellos, los
perros extraños acabarían con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos.
-¡Ciegos, ciegos! –contestó el anciano-
¿No comprendéis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los
perros de los demás, y que si nadie tuviera perros no necesitaríais defensores
que se comen todo el pan
que debiera alimentar a vuestros hijos? Suprimid los sabuesos, y la paz y la
abundancia volverán a vuestros hogares.
Y siguiendo el consejo del anciano, se
deshicieron de sus defensores y un año más tarde sus graneros y despensas no
bastaban para contener las provisiones, y en el rostro de sus hijos sonreía la
salud y la prosperidad.
León Tolstoi
UNA HISTORIA SOBRE LA GUERRA ¿O SOBRE LA PAZ?
Jozabel
miraba la Luna… ¿Por que tenía que pasarle esto? Mañana partiría de Afganistán,
dejando atrás el pasado y sus maliciosos recuerdos. A la joven de 13 años
le esperaba una nueva vida, lejos de la guerra.
Al día siguiente partieron a
escondidas de su gobierno; a ella se le pasaban millones de pensamientos
por su cabeza , pero simplemente, intentaba evadirlos.
Mientras viajaban, Jozabel abrió un
viejo cuaderno, al que usaba como diario íntimo. Un hombre (que parecía
tener muchos años) comenzó a hablarle.
-Te veo triste niña… ¿Por que lloras?
– preguntó el hombre.
-Yo no estoy llorando, señor – respondió ella.
-Tal vez por afuera no, pero por
adentro si. ¿Acaso no notas el brillo en tus ojos a punto de llorar? –
habló el hombre nuevamente.
Jozabel no lo soportó y en ese mismo
momento, sus ojos estallaron en lágrimas y llanto. El extraño hombre al
ver su reacción la consoló con algunas palabras.
-¿Sabes qué? Cuenta una historia que
una mujer lloraba junto al río, preguntándose por que la vida era tan
injusta, cuando, de pronto, encontró una botella que contenía adentro un
gran pergamino y escrito en él estaba, la llamada “Poesía de
las Estrellas”… – El hombre la miró fijamente a los ojos – ¿Tu
la conoces, verdad?
- Eh….
No… – dijo Jozabel
- Pues
entonces te la diré – sonrió el extraño hombre y así, comenzó:
Me
dijeron alguna vez,
que en una estrella vive Dios,
dando paz al que necesita
y siempre ofreciendo perdón.
El me
lleva de la mano
a donde quiera que voy.
Yo siempre quiero estar a su lado,
porque así conozco el amor.
Me
dijeron que esa estrella,
está en un lugar lejano,
pero a la vez tan cerca,
en el corazón de los seres humanos.
Cada
vez que miro las estrellas pienso
¿en cual estará Dios?
Pero lo pienso dos veces
y sé que está en mi corazón.
Jozabel miró con cariño al hombre, mientras
le respondía con un ”gracias realmente es muy hermosa”. Así pasaron
unas semanas de viaje y finalmente llegaron a Inglaterra. Al llegar, toda
la gente la miraba a ella y a su familia con asco y superioridad.
-Que grande es el poder de la discriminación
y la maldad humana; que algunos hermanos míos sean crueles y
amantes de la guerra, no significa que yo también lo sea – pensaba ella.
Esa noche, Jozabel se puso a
reflexionar… Una nueva vida le esperaba, ¿Por qué llorar? En ese mismo instante,
ella recordó al misterioso hombre y a su poesía… Y luego pensó en la
guerra…
-¿Esto algún día se acabará? – dijo en
un suspiro.
-¿Por que vivir entre la guerra y la
paz? – se preguntaba constantemente.
-Solo Dios tiene la respuesta – se
respondió rápidamente.
Luego se quedó dos minutos en silencio.
-No, nosotros tenemos, la tenemos –
dijo corrigiéndose.
Lentamente cerró los ojos y se quedó
dormida.
LA PIPA DE LA PAZ
Unos jóvenes que estaban de excursión
en el campo encontraron un extraño objeto medio enterrado en el suelo.
Lo desenterraron y lo limpiaron con cuidado. Parecía muy
antiguo. Después de examinarlo con atención, vieron que era una especie
de pipa india. Uno de ellos dijo que aquello debía de ser una pipa de
la paz, pero no le hicieron mucho caso. La metieron en una bolsa y se
la llevaron con ellos.
De vuelta en la ciudad, estando en casa
de uno de ellos, quisieron ver si funcionaba. Le echaron un poco de tabaco
y la encendieron. De pronto comenzó a salir un humo amarillo y
espeso que llenó toda la casa. Sacaron a toda prisa la pipa a la terraza y
la dejaron en el suelo. Debería ser que el tabaco estaba húmedo o
que la pipa tenía algo dentro. Pero cada vez salía y salía más y más
humo. Tanto, que se formó una gran nube amarilla encima de la casa. Y
la nube no paraba de crecer y crecer. Tan grande se hizo que les
tapaba el cielo.
Alarmados por lo que estaba pasando, la
apagaron como pudieron. El viento comenzó a esparcir aquel humo amarillo
por toda la ciudad y todos pudieron respirarlo. Los jóvenes
quedaron asustados por lo ocurrido. Se salía de lo normal. La guardaron en
la bolsa y decidieron no volverla a encender hasta saber la causa de ese misterioso
humo.
Al
día siguiente la ciudad ya no era la misma. Algo había cambiado. Dejaron
de haber peleas y discusiones. Los que estaban enfrentados hicieron las
paces. Los que no se dirigían la palabra volvieron a hablarse como amigos.
Los que nunca pedía perdón lo hicieron por primera vez. Los que estaban
llenos de odio se pacificaron. Se acabaron los delitos y la policía dejó
de tener trabajo. En las calles se respiraba un ambiente de paz. Estos
eran los efectos que había provocado aquel humo amarillo.
Al darse cuenta de lo ocurrido, los
jóvenes quedaron maravillados. Aquella pipa era una auténtica pipa india
de la paz. Casi no podían creerlo, pero lo cierto era que cada día que
pasaba, la paz crecía cada vez más entre los habitantes de la ciudad. El
humo amarillo se había quedado atrapado en sus pulmones y no
podían perderlo. Por eso respiraban paz allá donde fueran. Y así las
cosas, los jóvenes decidieron recorrer el mundo entero para contagiar
a todos la paz que habían descubierto. Bastaba con encender la pipa
de la paz y respirar.
DESTRUYENDO AL PRÓJIMO
Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso. Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer.
-Hacer unos comentarios no es algo tan grave - dijo ella al juez.
-De acuerdo -respondió el magistrado- . Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló mal sobre el joven, después pique el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana vuelva para escuchar la sentencia.
La mujer obedeció y volvió al día siguiente.
-Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será condenada a un año de prisión- declaró el magistrado.
-Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo!
-De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho.
Y envió a la mujer a la cárcel.
¿UN GAPE?
De un loco amor entre una gata y un perro nació un pequeño y
cariñoso ….¿GA-PE? o ustedes lo llamarían mejor un...¿TO-RRO?
Esto pudo suceder únicamente porque su madre se la pasaba soñando que
era una gata guardiana y su padre soñando que miraba la luna desde los
tejados.
El caso es que esta criatura nació mitad gato y mitad perro.
¡SI!.Desde la mitad del lomo para arriba era un perro negro con
largas orejas y desde la mitad del lomo para abajo (o sea hasta el piso) era un
gato atigrado, coronaba esta rareza una rulada cola negra como un botón.
Su padre miró a su hijo tratando de buscar en qué se le parecía.
Le tiró un palito para que lo buscara pero como este cachorro ni se
movió no lo hizo acordar a él cuando era joven y entonces lo abandonó.
Su madre cuidó de él más tiempo pero cuando descubrió que no ronroneaba
como los otros hijos que había tenido también lo abandonó.
Solo en la calle se quedó, sin comida, cariño ni calor, del miedo que
tenía se escondió debajo de un diario tirado en la vereda.
Por la mañana asomó el hocico y paró sus orejar porque le pareció
escuchar unos maullidos que le hicieron acordar a su mamá.
Gracias a su fino oído llegó a un callejón- Al lado de una
pescadería-lleno de gatos de todos colores que al verlo se rieron tanto
de él que cuando quiso maullar como ellos enmudeció, perdió su voz por
completo y sólo le salió un silencioso llanto.
Comprendió que ese no era un lugar para él.
Necesitó volver a esconderse debajo de algo de nuevo...Encontró una
alfombra sobre un escalón delante de una puerta y se tapó lentamente con
ella para que nadie lo viera.
Por esa vereda pasó un paseador de perros que les había enseñado todo
tipo de destrezas estos animales: Sabían dar la pata, hacerse los muertos,
quedarse como estatuas y hasta traer palitos.
Esto, por supuesto, le hizo recordar a su papá y quiso participar de los
aprendizajes, así que salió de su nuevo escondite e intentó ladrar como
ellos, pero como se rió tanto un salchicha y todavía más un
labrador caramelo de nuevo enmudeció, perdió su voz por segunda vez y
sólo le salió un dolido llanto.
Otra vez debía ocultarse- y esta vez sería para siempre- con la alfombra
sobre su cuerpo nadie advertiría su rareza.
Por la vereda pasó un niño en triciclo, como estaba casi a su
altura logró verlo.
Se bajó, acarició su cabeza orejuda, subió al triciclo y cruzó la calle
acompañado de su madre para entrar en la casa del frente.
Desde la ventana miraba de vez en cuando al cachorro
mientras jugaba con un avión que deseaba a toda costa que volara muy, pero muy
alto.
En su afán de conseguir altura el niño salió al balcón y fabricó
una torre con tres sillas que le permitió llegar hasta el mismo techo.
Su mamá lo llamó a tomar la leche: ¡JOSÉ! ¡JOSÉ! está listo el
chocolate-
Como el niño no aparecía salió al patio y logró verlo arriba de su casa
en el momento justo en que tiraba el avión por el espacio.
¡AYUDA! ¡AYUDA! - Gritaba ella, pero nadie se acercaba a socorrerlos.
El habitante de abajo de la alfombra olvidó su rareza y cruzó la calle
corriendo, trepó un árbol y saltó al techo como sólo logran hacerlo
los gatos.
Con su fuerte dentadura, como sólo pueden hacerlo los perros, tomó al
niño de los pantalones y comenzó a bajarlo por la misma torre que había subido
y lo dejó en su habitación para sorpresa de su madre.
Ella no podía creer lo que había visto, tanta valentía y coraje en
una pequeña criatura.
Para José esta compañía se convirtió en un héroe y fue adoptado
por la familia como mascota.
Tanto cariño recibió que logró maullar y ronronear como los gatos y
ladrar y traer palitos como los perros.
De día es el mejor guardián y de noche sube a los tejados a mirar la
luna.
Adriana
Helena
EL VIENTO Y EL SOL
El viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa?. Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú.
Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
Por fin el viento se calmó y se declaró vencido.
Y entonces salió el sol y sonrió benignamente sobre el anciano.
No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.
El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza.
LOS DOS LOBOS
Un anciano Cherokee contaba a su nieto
acerca de la lucha que se desarrollaba dentro de sí mismo. Ésta era entre dos
lobos...
"Uno es diabólico: iracundo,
lujurioso, arrogante, mentiroso, falso predicador, vanidoso, resentido, ladrón,
abusador y asesino.El otro es bueno: pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto".
El nieto, después de unos minutos de reflexión, preguntó a su abuelo: "¿Y qué lobo ganará?"
El anciano Cherokee simplemente respondió: "El que yo alimente".
EL PESO DE LA NADA
Dime: ¿ cuánto pesa un
copo de nieve?
Dime cuánto pesa un copo de nieve, preguntó un gorrión a una paloma.
Nada de nada, le contestó.
Entonces debo contarte algo maravilloso, dijo el gorrión:
Estaba yo posado en la rama de un abeto, cerca de su tronco, cuando empezó a nevar. No era una fuerte nevada ni una ventisca furibunda. Nada de eso.
Nevaba como si fuera un sueño, sin nada de violencia. Y como yo no tenía nada mejor que hacer, me puse a contar los copos de nieve que se iban asentando sobre los tallitos de la rama en la que yo estaba. Los copos fueron exactamente 3.741.952. Al caer el siguiente copo de nieve sobre la rama que, como tú dices, pesaba nada de nada, la rama se quebró.
Dicho esto, el gorrión se alejó volando.
Y la paloma, toda una autoridad en la materia desde la época de Noé, quedó cavilando sobre lo que el gorrión le contara y al final se dijo:
Tal vez esté faltando la voz de una sola persona para que en este mundo tenga lugar la paz.
LA FLOR MÁS BONITA
Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
"¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la hija respondió:
"No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz" Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.
Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China" La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado: Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
"Ella fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.”
UNAS
GALLETITAS
A una estación de trenes llega, una
tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren
está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la
estación. Un poco fastidiosa, la señora va al puesto de diarios y compra
una revista, luego pasa por el kiosco y compra un paquete de galletitas y
una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se
sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista,
un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente
la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una
palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y
después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está
dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha
pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita
que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe, y
toma otra galletita.
La
señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales
de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas
continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el
muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de
que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan
caradura” piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al
joven y a las galletitas.
Con
calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha
suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le
ofrece media a la señora.
-¡Gracias! – dice la mujer tomando con
rudeza la media galletita.
-De
nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus
cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía
sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”.
Siente la boca reseca de ira.
Abre la cartera para sacar la lata de
gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas…
¡Intacto!
Jorge Bucay
LAS ALAS SON
PARA VOLAR
…Y cuando se hizo grande, su padre le
dijo:
- Hijo mío, no todos nacen con alas. Y
si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería
penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te
ha dado.
- Pero yo no sé volar – contestó el
hijo.
- Es verdad… – dijo el padre y caminando
lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
- Ves, hijo, este es el vacío. Cuando
quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo
y extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó:
- ¿Y si me caigo?
- Aunque te caigas no morirás, sólo
algunos machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento –
contestó el padre.
El
hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los
que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente le dijeron:
- ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está
medio zafado… ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de pavadas?
¿Quién necesita volar?
Los más amigos le aconsejaron:
- ¿Y si fuera cierto? ¿No será
peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una
escalera o desde la copa de un árbol, pero… ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes
lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó… Desplegó las
alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a
tierra…
Con un gran chichón en la frente, se
cruzó con su padre:
- ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y
¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
- Hijo mío – dijo el padre – Para volar,
hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se
desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas, necesitas cierta
altura antes de saltar. Para volar hay que empezar corriendo riesgos. Si
no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para
siempre.
Jorge Bucay
EL VALOR DE
LAS COSAS
Vengo, maestro, porque me siento tan
poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no
hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo
hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- Cuánto lo siento muchacho, no puedo
ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo
una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema
con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E…encantado, maestro -titubeó el joven
pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien-asintió el maestro. Se quitó un
anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al
muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el
mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario
que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda
de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el
anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven
decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de
oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan
amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era
muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien
le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía
instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda
persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso,
monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él
mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para
liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible
conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de
plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor
del anillo.
- Que importante lo que dijiste, joven
amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor
del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para
saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él.
Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del
candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo
quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿¿58 monedas??!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con
tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es
urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del
maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de
escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal,
sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida
pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el
anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Jorge
Bucay
EL TEMIDO ENEMIGO
Había una vez, en un reino muy lejano y
perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se
satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por
ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse
bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que
era.
Él no tenía espejos mágicos, pero
contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes
preguntarle si él, era el más poderoso del reino.
Invariablemente todos le decían lo
mismo:
- Alteza, eres muy poderoso, pero tú
sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él, él conoce el futuro.
(En aquel tiempo, alquimistas,
filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente
“magos”).
El rey estaba muy celoso del mago del
reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino
que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera
y viviera allí.
No decían lo mismo del rey.
Quizás porque necesitaba demostrar que
era él quien mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos
bondadoso.
Un día, cansado de que la gente le
contara lo poderoso y querido que era el mago o motivado por esa mezcla de
celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan:
Organizaría una gran fiesta a la cual
invitaría al mago y después la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al
mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría si era
cierto que sabía leer el futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir
que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando
el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda
posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del
reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba
cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo.
Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su
enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido
adelantarse al futuro, y que se había equivocado en su predicción. Se acabaría,
en una sola noche. El mago y el mito de sus poderes…
Los preparativos se iniciaron
enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó…
…Después de la gran cena. El rey hizo
pasar al mago al centro y ante le silencio de todos le preguntó:
- ¿Es cierto que puedes leer el
futuro?
- Un poco – dijo el mago.
- ¿Y puedes leer tu propio futuro,
preguntó el rey?
- Un poco – dijo el mago.
- Entonces quiero que me des una prueba
- dijo el rey – ¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?
El mago se sonrió, lo miró a los ojos y
no contestó.
- ¿Qué pasa mago? - dijo el rey
sonriente -¿No lo sabes?… ¿no es cierto que puedes ver el futuro?
- No es eso - dijo el mago
- pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
- ¿Cómo que no te animas?- dijo el
rey-… Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que
es muy importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más
eminentes… Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de un tenso silencio, el mago lo
miró y dijo:
- No puedo precisarte la fecha, pero sé
que el mago morirá exactamente un día antes que el rey…
Durante unos instantes, el tiempo se
congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.
El rey siempre había dicho que no creía
en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar
al mago.
Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio… Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio… Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que se había
equivocado.
Su odio había sido el peor
consejero.
- Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te
sucede? – preguntó el invitado.
- Me siento mal – contestó el
monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido.
Y con un gesto confuso giró en silencio
encaminándose a sus habitaciones…
El mago era astuto, había dado la única
respuesta que evitaría su muerte.
¿Habría leído su mente?
La predicción no podía ser cierta. Pero…
¿Y si lo fuera?… Estaba aturdido.
Se le ocurrió que sería trágico que le
pasara algo al mago camino a su casa.
El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en
voz alta:
- Mago, eres famoso en el reino por tu
sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte
por la mañana sobre algunas decisiones reales.
- ¡ Majestad!. Será un gran honor… – dijo
el invitado con una reverencia.
El rey dio órdenes a sus guardias
personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en
el palacio y para que custodiasen su puerta asegurándose de que nada
pasara…
Esa noche el soberano no pudo conciliar
el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído
mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o
si, simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la mañana el rey
golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida había pensado en
consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo
recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa.
Y el mago, que era un sabio, le dio una
respuesta correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin escuchar la respuesta
alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más,
supuestamente, para “consultarle” otro asunto… (obviamente, el rey sólo quería
asegurarse de que nada le pasara).
El mago – que gozaba de la libertad que
sólo conquistan los iluminados – aceptó…
Desde entonces todos los días, por la
mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para
consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey
se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y
terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las
decisiones.
Pasaron los meses y luego los años.
Y como siempre… estar cerca del que sabe
vuelve el que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco a poco se fue
volviendo más y más justo. Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de
necesitar sentirse poderoso, y seguramente
por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a aprender que la humildad
también podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y
bondadosa.
Y sucedió que su pueblo empezó a
quererlo, como nunca lo había querido antes.
El rey ya no iba a ver al mago
investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una
decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago habían llegado a
ser excelentes amigos.
Un día, a más de cuatro años de aquella
cena, y sin motivo, el rey recordó.
Recordó aquel plan aquel plan que alguna
vez urdió para matar a este su entonces más odiado enemigo.
Y sé dio cuenta que no podía seguir
manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey tomó coraje y fue hasta la
habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró le dijo:
- Hermano, tengo algo que contarte que me
oprime el pecho
- Dime – dijo el mago – y alivia tu
corazón.
- Aquella noche, cuando te invité a cenar
y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro,
planeaba matarte y frente a cualquier cosa que me dijeras, porque quería que tu
muerte inesperada desmitificara para siempre tu fama de adivino. Te odiaba
porque todos te amaban… Estoy tan avergonzado…
- Aquella noche no me animé a matarte y
ahora que somos amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que
hubiera perdido si lo hubiese hecho.
Hoy he sentido que no puedo seguir
ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me
desprecies, pero sin ocultamientos.
El mago lo miró y le dijo:
- Has tardado mucho tiempo en poder
decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho,
porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando
me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue tan
clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que
pensabas hacer, – el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey. – Como
justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí… Te confieso
hoy que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para
darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de
aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado
nunca.
Vamos por el mundo odiando y rechazando
aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables,
amenazantes o inútiles… y sin embargo, si nos damos tiempo, terminaremos
dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un
momento rechazamos.
Tu muerte, querido amigo, llegará
justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas
que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón
para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las
que se han ligado, no nuestras muertes.
El rey y el mago se abrazaron y
festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que
habían sabido construir juntos…
Cuenta la leyenda… que
misteriosamente… esa misma noche… el mago… murió durante el sueño.
El rey se enteró de la mala noticia a
la mañana siguiente… y se sintió desolado.
No estaba angustiado por la idea de su
propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia
en el mundo.
Estaba triste, simplemente por la
muerte de su amigo.
¿Qué coincidencia extraña había hecho
que el rey pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su
muerte?
Tal vez, tal vez de alguna manera
desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su
fantasía de morirse un día después.
Un último acto de amor para librarlo de
sus temores de otros tiempos…
Cuentan que el rey se levantó y que con
sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo,
el mago.
Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.
Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.
Y recién entrada la noche, el rey volvió
a su habitación.
Cuenta la leyenda… que esa misma noche…
veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su
lecho mientras dormía… quizás de casualidad… quizás de dolor… quizás para
confirmar la última enseñanza del maestro.
Jorge
Bucay
INTENTARÉ
SER FRESIA
Un rey fue hasta su jardín y descubrió
que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no
podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído
porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía
florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser
alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una Fresia,
floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó:
- ¿Cómo es que creces saludable en
medio de este jardín mustio y sombrío?
- No lo sé. Quizás sea porque siempre
supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o
una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: “Intentaré ser Fresia
de la mejor manera que pueda”.
Ahora es tu turno. Estás aquí para
contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate.
No hay posibilidad de que seas otra
persona.
Puedes disfrutarlo y florecer regado con
tu propio amor, o puedes marchitarte en tu propia condena…
Jorge
Bucay
LA
COBIJA
Don Roque era ya un anciano cuando
murió su esposa, durante largos años había trabajado con ahínco para sacar
adelante a su familia.
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
A los 70 años Don Roque se encontraba
sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
Esperaba que su hijo, brillante
profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin
que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su
hijo.
Don Roque toco la puerta de la casa donde
vivía su hijo con su familia.
- Hola papá!
- Que milagro que vienes por aquí!
- Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
- Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
- Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? Me siento tan solo!.
- ¿Quedarte a vivir aquí?, si….. claro…… pero no se si estarías a gusto, tú sabes, la casa es chica mi esposa es muy especial….. y luego los niños….
- Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tendera la mano.
- No padre no es eso, solo que…. no se me ocurre donde podrías dormir.
No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían…. o solo que no te moleste dormir en el patio…
- Dormir en el patio está bien.
- Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
- Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
- Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? Me siento tan solo!.
- ¿Quedarte a vivir aquí?, si….. claro…… pero no se si estarías a gusto, tú sabes, la casa es chica mi esposa es muy especial….. y luego los niños….
- Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tendera la mano.
- No padre no es eso, solo que…. no se me ocurre donde podrías dormir.
No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían…. o solo que no te moleste dormir en el patio…
- Dormir en el patio está bien.
El hijo de Don Roque llamó a su hijo
Luis de 12 años.
- Dime papá.
- Mira tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
- Si con gusto….. y ¿donde va a dormir?
- En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
- Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos.
- Mira tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
- Si con gusto….. y ¿donde va a dormir?
- En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
- Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos.
En ese momento llegó su padre.
- ¿Que haces Luis? ¿Por que cortas la
manta de tu abuelo?
- Sabes papá, estaba pensando…..
- Pensando ¿en qué?.- En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa….
- Sabes papá, estaba pensando…..
- Pensando ¿en qué?.- En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa….
Jorge
Bucay
EL BUSCADOR
Esta es la historia de un hombre al
que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No
necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que
está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir
hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas
sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y
partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó
Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha
del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y
había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por
completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de
bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió
ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador
traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que
estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran
los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella
inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se
sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta
de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla
decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió
terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra
una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida
exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que,
el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un
dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba
por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó
si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador
– ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por
qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible
maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un
cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted
serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja
costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan
una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición
entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de
algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fue lo disfrutado…, a
la derecha, cuánto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de
ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿Una
semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso,
¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? … ¿Y el
embarazo o el nacimiento del primer hijo?,
¿y el casamiento de los amigos…? ,
¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de
un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?,
¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere,
es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para
escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero
tiempo vivido.
Jorge
Bucay
LA PRINCESA BUSCA MARIDO
Había una vez una princesa, que quería encontrar un esposo digno de ella, que la
amase verdaderamente. Para lo cual puso una condición: elegiría marido entre
todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio
donde ella vivía, sin separarse ni un solo día. Se presentaron centenares, miles
de pretendientes a la corona real. Pero claro al primer frío la mitad se fue,
cuando empezaron los calores se fue la mitad de la otra mitad, cuando empezaron
a gastarse los cojines y se terminó la comida, la mitad de la mitad de la mitad,
también se fue.
Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre, empezaron de nuevo los fríos, y solamente quedó un joven.Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre, empezaron de nuevo los fríos, y solamente quedó un joven.Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
La princesa que había despreciado a todos, cuando vio que
este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando, que quizás ese hombre la
quisiera de verdad. Lo había espiado en Octubre, había pasado frente a él en
Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de
agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su
mirada sincera. Entonces le había dicho al rey:
- Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere.
- Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere.
El rey se había puesto contento y comenzó a prepararlo todo. La
ceremonia, el banquete e incluso, le hizo saber al joven, a través de la
guardia, que el primero de Enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba
en el palacio porque quería hablar con él.
Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. El 31 de Diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:
- Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?
Y el hijo contestó:
- ¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no me evitó una sola noche de sufrimiento. Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi amor, ¿verdad madre?
Cuando estás en una relación, y te das cuenta de que pudiendo evitarte una mínima parte de sufrimiento, el otro no lo hace es, porque todo se ha terminado.
Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. El 31 de Diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:
- Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?
Y el hijo contestó:
- ¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no me evitó una sola noche de sufrimiento. Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi amor, ¿verdad madre?
Cuando estás en una relación, y te das cuenta de que pudiendo evitarte una mínima parte de sufrimiento, el otro no lo hace es, porque todo se ha terminado.
Jorge Bucay
CUENTO SIN U
Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio. Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, Como esperándolo. Se acercó, lo alzó y se miró en él. Se vio bien. No se vio tan joven, pero los años habían sido bastante bondadosos con él. Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de sí mismo.
Cierta rigidez en los gestos lo
conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia:
La bronca,
el desprecio,
la agresión,
el abandono,
la soledad.
Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea. Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más. Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.
Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes atraen a los metales.
Resistió y aceleró el paso.
Tarareaba canciones infantiles para no
pensar en esa imagen horrible de sí mismo. Corriendo, llegó a la casa donde
había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con
las sábanas.
Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la memoria de esa imagen:
la del resentimiento,
la del dolor,
la de la soledad,
la del desamor,
la del miedo,
la del menosprecio.
Había ciertas cosas indecibles e impensables....
....Pero él sabía donde había empezado todo esto.
Empezó esa tarde, hacía treinta y tres años... El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de los otros. Esa tarde, el niño decidió borrar, para siempre, la letra del alfabeto. Esa letra. Esa. La letra necesaria para nombrar al otro si está presente. La letra imprescindible para hablarle a los demás, al dirigirles la palabra. Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados... y entonces no había motivo para sentirlos necesarios.... se sentiría, por fin, libre......
EPILOGO:
Escribiendo sin "U"
puedo hablar hasta el cansancio de mí,
de lo mío, del yo,
de lo que tengo,
de lo que me pertenece...
Hasta puedo escribir de él,
de ellos
y de los otros.
Pero sin "U"
no puedo hablar de ustedes,
del tú,
de lo vuestro.
No puedo hablar de lo suyo,
de lo tuyo,
ni siquiera de lo nuestro.
Así me pasa....
A veces pierdo la "U"....
y dejo de poder hablarte,
pensarte, amarte, decirte.
Sin "U", yo me quedo pero tú desapareces...
Y sin poder nombrarte,
¿cómo podría disfrutarte?.
Como en el cuento... si tú no existes,
me condeno a ver lo peor de mí mismo
reflejándose eternamente,
en el mismo
mismísimo
estúpido
espejo.
Jorge Bucay
Enlaces significativos:
Cuentos de Paz y ordenados por valores.
Cuentos para una convivencia sin violencia.
(Ordenados por convivencia, regulación de conflictos, solidaridad, interculturalidad, igualdad de género, desobediencia constructiva y desarme).
Cuentos infantiles cortos sobre valores humanos.
6.3.2. CUENTOS PARA ESCUCHAR
UN CHOCOLATE MUY ESPECIAL
UNA FAMILIA GRANDE PARA UN NIDO PEQUEÑO
BAJO UNA SETA
SOFÍA Y EL DRAGÓN
EL OTRO REY
EL VIEJO ÁRBOL
EL COLECCIONISTA DE SEMILLAS
EL OSO Y LA MUÑECA
LLUVIA DE ESTRELLAS
CUENTO POR LA PAZ
EL VALOR DE LA AMISTAD (POCOYÓ)
CAILLOU HACE UN NUEVO AMIGO
CAILLOU SE PELEA
ROSIE MOLESTA A CAILLOU
CAILLOU, UN BUEN AMIGO
LA VIRTUD DE LA GENEROSIDAD
EL TEMIDO ENEMIGO (JORGE BUCAY)
OBSTÁCULOS (JORGE BUCAY)
CODICIA (JORGE BUCAY)
LA TRISTEZA Y LA FURIA (JORGE BUCAY)
LA PRINCESA BUSCA MARIDO (JORGE BUCAY)
Enlace significativo:
Más cuentos de Jorge Bucay.
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