6.3. Cuentos.



6.3.1. CUENTOS PARA LEER
6.3.2. CUENTOS PARA ESCUCHAR

6.3.1. CUENTOS PARA LEER



LA PALOMA MARI PAZ




         La luna grande y redonda, como una pelota de plata, brillaba en lo alto del cielo. Esa noche hacia tanto calor en la selva que el mono Tono no era capaz de coger el sueño. Harto de dar vueltas en su rama, bajó a la laguna a darse un baño.
     -¡Vaya! –Exclamó al asomarse a las aguas tranquilas- ¡Una tarta de nata! ¿Qué rica! Me la voy a comer entera yo solito.
       En ese momento pasaba por allí la elefanta Amaranta, dispuesta a llenar su trompa de agua para darse una refrescante ducha. Cuando Amaranta vio al mono Tono preparado para hincarle el diente a una enorme tarta de nata que flotaba en mitad de la laguna, se puso a barritar:
      -¿Cómo te atreves, mono mamarracho? –Le gritó levantando la trompa-. Esa tarta será para mí.
      -Y ¿por qué? –Le preguntó enfadado el mono Tono- La tarta es mía: ¡yo la vi primero!
     -¡Ah!, no, no, ni hablar. Es mía porque soy la más fuerte de la selva. Y si no estás de acuerdo, emplearé toda mi fuerza contra ti y te haré papilla.
      El mono Tono, atemorizado, decidió volverse a su rama.
     La elefanta Amaranta iba a empezar a darse un atracón de tarta de nata, cuando acertó a pasar por allí el león Ramón.
    -Uy, qué sed tengo –se dijo Ramón-. Voy acercarme a la laguna para beber su agua fresquita.
       Pero al llegar a la orilla, vio a la elefanta Amaranta a punto de ponerse como el quico.
      -¿Cómo te atreves, elefanta sin seso, a comerte un tarta sin mi permiso? Esa tarta es mía.
       -Pero, ¿por qué? –se atrevió a preguntar la elefanta.
      - Pues porque soy el rey y todo lo que hay en la selva me pertenece. Y si te atreves a rechistar, utilizaré mi poder para expulsarte de mi reino.
      Impresionada por el brillo de la corona real, la elefanta no se atrevió a decir ni mu y decidió alejarse.
       El león estaba ya relamiéndose de gusto y abriendo sus fauces para engullir de un solo bocado la enorme tarta. En ese preciso instante salió del agua la hipopótama Pótama, que se estaba dando su baño nocturno.
      -¿Cómo te atreves, león presuntuoso? Esa tarta es de mi propiedad.
      -Pero, ¿por qué? –Rugió el león-. Yo soy el rey de la selva.
      -Tú serás todo lo rey de la selva que quieras, pero en esta charca la que manda soy yo. Y si me robas lo que está en mi territorio, no te dejaré que te vuelvas a acercar a beber a la laguna.
      El león sabía que el agua era muy importante para poder vivir. Así que pensó que lo más prudente era marcharse por donde había venido.
       La hipopótama Pótama, dando un berrido espeluznante, se metió en el agua de nuevo para comerse la tarta. Más no pudo hacerlo, porque oyó los gritos de protesta de la urraca Paca que volaba alrededor de la laguna:
       -¿Cómo te atreves, hipopótama insensata? Esa tarta tiene que ser mía.
       -Pero...¡hip!, ¿por qué? –preguntó la hipopótama con un ataque de hipo.
     -Pues porque soy el animal más rico de estos contornos y puedo comprarlo todo con mis riquezas. ¿A que no podrás resistirte a darme la tarta a cambio de este puñado de piedras brillantes? –le propuso la urraca, mostrándole un montón de rubíes, esmeraldas y diamantes.
     Al ver tanta riqueza, a la hipopótama se le encendieron los ojillos de codicia. Sin perder ni un segundo, Pótama cogió las piedras preciosas y salió corriendo.
       Entre tanto, con tanta discusión y tanto ir y venir de animales, se había hecho de día. La luna se había marchado a dormir y, en su lugar, lucía un gran sol amarillo. Cuando la urraca se lanzó sobre la laguna para darse un festín, se dio cuenta de que...¡la tarta había desaparecido!
      -¡Eh!, tú, hipopótama Pótama, ven aquí ahora mismo. Seguro que has sido tú la que te has comido la tarta.
      -¡Ah!, no, ni hablar, yo no he sido –contestó indignada la hipopótama. Seguro que ha sido el león Ramón.
      -Pero, qué dices, si yo ni siquiera la he probado –se defendió el león-. Seguro que ha sido la elefanta Amaranta.
      -¡¿Cómo?! ¡Que yo me he comido la tarta! Serás mentiroso. Yo no como tarta de nata desde que era pequeña. Seguro que ha sido el mono Tono.
      -¡¿Yo?! Como voy a comérmela yo, si llevo un montón de tiempo subido en mi rama escuchando vuestros gritos. Seguro que ha sido la urraca Paca.
      Y así, echándose la culpa y discutiendo sin parar se pasaron horas y horas hasta que volvió a hacerse de noche.
      -Mirad –gritó el mono Tono-. La tarta vuelve a estar en medio de la laguna
      Al verla, todos los animales se abalanzaron sobre ella, pero cuando fueron a morderla, sólo consiguieron darse un buen coscorrón y llenar sus bocas de agua del lago.
      -¿Qué es esto? –Vociferaron indignados- ¿Adónde ha ido a parar?
      Una risa alegre, que tintineaba como una campanilla, llamó la atención de los animales. Era la paloma Mari Paz que lo había visto todo desde el cielo.
     -Ji, ji, ji, ji, ji –reía divertida Mari Paz-. ¿Pero no os dais cuenta de que la tarta de nata no es más que la luna llena que se refleja en la laguna?
    Menudo chasco se llevaron Tono, Amaranta, Ramón, Pótama y Paca. Tanto tiempo discutiendo para eso.
       A la paloma Mari Paz le dio mucha pena ver sus caras de decepción.
      -Venid conmigo –les dijo— Os voy a invitar a un pastel de chocolate, lo he cocinado yo misma esta mañana.
       -Pero... ¿por qué? –Le preguntó el mono Tono- ¿Es tu cumpleaños?
      -¡Oh!, no, no es mi cumpleaños, ni mi santo, ni nada de eso. Es que estoy convencida de que compartiendo las cosas, se disfruta más de ellas. Y yo voy a disfrutar mucho más de mi pastel si lo comemos todos juntos.
      Y alrededor de la laguna, mirando la luna de plata, aquella pandilla de animales se lo pasó de maravilla comiendo pastel de chocolate y riéndose sin parar.
     Después de mucho comer, aprendieron de este encuentro que compartir y ofrecer hace cosquillas por dentro.



LAS LÁGRIMAS DEL DRAGÓN, CUENTO JAPONÉS

El Dragon Rojo

      Lejos, muy lejos, en la profunda caverna de un país extraño, vivía un dragón cuyos ojos centelleaban como tizones ardientes.
     Las gentes del entorno estaban asustadas y todos esperaban que alguien fuera capaz de matarlo. Las madres temblaban cuando oían hablar de él, y los niños lloraban en silencio por miedo a que el dragón les oyese.
      Pero había un niño que no tenía miedo:
       - Taró, ¿a quién debo invitar a la fiesta de tu Cumpleaños?
       - Mamá, quiero que invites al dragón.
       - ¿Bromeas?, - dijo la madre.
       - No, quiero que invites al dragón, - repitió el niño.
     La madre movió la cabeza desolada. ¡Qué ideas tan extrañas tenía su niño! ¡No era posible!
    Pero el día de su Cumpleaños, Taró desapareció de casa. Caminó por los montes, atravesando torrentes y bosques, hasta que llegó a la montaña donde vivía el dragón.
      -¡Señor dragón! ¡Señor dragón!, -gritó con voz vibrante.
     -¿Qué pasa? ¿Quién me llama?, - pensó el dragón, sacando la cabeza fuera de su enorme caverna.
     -Hoy es mi Cumpleaños y mi madre preparará un montón de dulces, -gritaba el niño-. He venido para invitarte.
      El dragón no podía creerse lo que oía y miraba al niño gruñendo con voz cavernosa. Pero Taró no tenía miedo y continuaba gritando:
     -¡Señor dragón! ¿Vienes a mi fiesta de Cumpleaños?
    Cuando el dragón entendió que el niño hablaba en serio, se conmovió y empezó a pensar:
    -Todos me odian y me temen. Nadie me ha invitado nunca a una fiesta de Cumpleaños. Nadie me quiere. ¡Qué bueno es este niño!
    Y mientras pensaba esto, las lágrimas comenzaron a descolgarse de sus ojos. Primero unas pocas, después tantas y tantas que se convirtieron en un río que descendía por el valle.
     -Ven, móntate en mi grupa - dijo el dragón sollozando- te llevaré a tu casa.
     El niño vio salir al dragón de la madriguera. Era un reptil bonito, con sutiles escamas coloradas, sinuoso como una serpiente, pero con patas muy robustas.
      Taró montó sobre la espalda del feroz animal y el dragón comenzó a nadar en el río de sus lágrimas. Y mientras nadaba, por una extraña magia, el cuerpo del animal cambio de forma y medida y el niño llegó felizmente a su casa, conduciendo una barca con adornos muy bonitos y forma de dragón.


BUSCANDO LA PAZ





         Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

    La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.

     La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.

    Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su nido...

       ¿Paz perfecta...?
       ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
       El Rey escogió la segunda.
       ¿Sabes por qué?
      "Porque," explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."


GANEMOS JUNTOS




       Hace algunos años, en los paraolímpicos infantiles de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad  física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros  planos.


    Al sonido del disparo todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.



      Todos, es decir, menos uno, que tropezó en el asfalto y empezó a llorar.



     Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad, se dieron la vuelta y regresaron todos.


      Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo "Eso te lo va a curar". Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.

      Todos en el estadio se pusieron de pie, las porras y aplausos duraron varios minutos. La gente que estuvo presente aún cuenta la historia.

      ¿Por qué? Porque dentro de nosotros sabemos una cosa: Lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros mismos.



      Lo importante en esta vida es ayudar a ganar a otros, aún cuando esto signifique tener que disminuir la velocidad o cambiar el rumbo.





LA PIEDRA DE SOPA


                          



          En un pequeño pueblo, una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer.” Lo siento”, dijo ella, “pero ahora mismo no tengo nada en casa”.

     “No se preocupe”, dijo amablemente el extraño.”Tengo una piedra de sopa en mi cartera; si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande, por favor.

      A la mujer le picó la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó: “!Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.”

     “!Yo tengo patatas en mi cocina!”, gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el brebaje.”!Excelente!,dijo; y añadió pensativamente: “Si tuviéramos un poco de carne , haríamos un cocido de lo más apetitoso....!”

     Otra ama de casa salió zumbando y regresó con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo , puso los ojos en blanco y dijo:”!Ah, que sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto...”

      Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llenan de cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente el guiso y, con tono autoritario , dijo: “La sal”.”Aquí la tiene”, le dijo la dueña de la casa. A continuación dio orden: “Platos para todo el mundo”.La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.

     Luego se sentaron a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa .Todos se sentían extrañamente felices y mientras reían , charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.


EL VENDEDOR DE GLOBOS
      



      Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.

     Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí  los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras.

     Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.

    Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estabaclarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó:

       -¡Mira mamá un globo!

     Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.

     Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que un tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá  le comprara  un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.

     Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.

     -Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.

      Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.
Y el negrito le contestó, en forma de pregunta:

      -Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores?

   Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:-Haz tú mismo la prueba. Suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.

   Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente, lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.


     Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño:

      -Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.




LA LEYENDA DEL ARCO IRIS
                      
                                                             

                         
                                     

       Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito.
   El verde dijo: “Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían. Mirad alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas”.
     El azul interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la Vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y paz y serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.
     El amarillo soltó una risita: “¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miráis a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría alegría”.
    A continuación tornó la palabra el naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en vosotros”.
    El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la amapola”.
     El púrpura enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran pompa: “Soy el color de la realiza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me obedece”.
    El añil habló mucho más tranquilamente que los otros, pero con igual determinación: “Pensad en mí. Soy el color del silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas. Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.
     Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Su querella se hizo más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros buscando protección.
    La lluvia habló: “Estáis locos, colores, luchando contra vosotros mismos, intentando cada uno dominar al resto. ¿No sabéis que Dios os ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo”.
     Dios quiere extenderos a través del mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que os ama a todos, de que podéis vivir juntos en paz, como promesa de que está con vosotros, como señal de esperanza para el mañana”. Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veáis, os acordéis de que tenéis que teneros en cuenta unos a otros.



EN LA RIBERA DEL OKA

                           




       En la ribera del Oka vivían felices numerosos campesinos; la tierra no era fértil pero, labrada con constancia, producía lo necesario para vivir con holgura y aún daba para guardar algo de reserva.
   Iván, uno de los labradores, estuvo una vez en la feria de Tula y compró una hermosísima pareja de perros sabuesos para que cuidaran su casa. Los animalitos al poco tiempo se hicieron conocidos por todos los campos de la vega del Oka por sus continuas correrías, en las que ocasionaban destrozos en los sembrados; las ovejas y los terneros no solían quedar bien parados.
    Nicolai, vecino de Iván, en la primera feria de Tula compró otra pareja de perros para que defendieran su casa, sus campos y sus tierras.
    Pero, al tiempo que cada campesino –para estar mejor defendido- aumentaba el número de perros, éstos se hacían más exigentes. Ya no se contentaban con los huesos y demás sobras de la casa, sino que había que reservarles los mejores trozos de las matanzas y hubo que construirles recintos cubiertos y dedicar más tiempo a su cuidado.
   Al principio, los nuevos guardianes riñeron con los antiguos, pero pronto se hicieron amigos y los cuatro hicieron juntos las correrías.
   Los otros vecinos, cuando vieron aumentar el peligro, se hicieron también con sabuesos, y así, al cabo de pocos Años, cada labrador era dueño de una jauría de 10 ó 15 perros. Apenas oscurecía, al más leve ruido, los sabuesos corrían furiosos y armaban tal escándalo que parecía que un ejército de bandidos fuera a asaltar la casa. Los amos, asustados, cerraban bien sus puertas y decían:
   -¡Dios mío! ¿Qué sería de nosotros sin estos valientes sabuesos que abnegadamente defienden nuestras casas?
    Entretanto, la miseria se había asentado en la aldea; los niños, cubiertos de harapos, palidecían de frío y de hambre, y los hombres, por más que trabajaban de la mañana a la noche, no conseguían arrancar del suelo el sustento necesario para su familia. Un día, se quejaban de su suerte delante del hombre más viejo y sabio del lugar, y como culpaban de ella al cielo, el anciano les dijo:
   -La culpa la tenéis vosotros; os lamentáis de que en vuestra casa falta el pan para vuestros hijos, que languidecen delgados y descoloridos, y veo que todos mantenéis docenas de perros gordos y lustrosos.
     -Son los defensores de nuestros hogares- exclamaron los labradores.
     -¿Los defensores? ¿De quién os defienden?
    -Señor, si no fuera por ellos, los perros extraños acabarían con nuestros ganados y hasta con nosotros mismos.
    -¡Ciegos, ciegos! –contestó el anciano- ¿No comprendéis que los perros os defienden a cada uno de vosotros de los perros de los demás, y que si nadie tuviera perros no necesitaríais defensores que se comen todo el pan que debiera alimentar a vuestros hijos? Suprimid los sabuesos, y la paz y la abundancia volverán a vuestros hogares.
    Y siguiendo el consejo del anciano, se deshicieron de sus defensores y un año más tarde sus graneros y despensas no bastaban para contener las provisiones, y en el rostro de sus hijos sonreía la salud y la prosperidad.
León Tolstoi



UNA HISTORIA SOBRE LA GUERRA ¿O SOBRE LA PAZ?





    Jozabel miraba la Luna… ¿Por que tenía que pasarle esto? Mañana partiría de Afganistán, dejando atrás el pasado y sus maliciosos recuerdos. A la joven de 13 años le esperaba una nueva vida, lejos de la guerra.
     Al día siguiente partieron a escondidas de su gobierno; a ella se le pasaban millones de pensamientos por su cabeza , pero simplemente, intentaba evadirlos.
    Mientras viajaban, Jozabel abrió un viejo cuaderno, al que usaba como diario íntimo. Un hombre (que parecía tener muchos años) comenzó a hablarle.
     -Te veo triste niña… ¿Por que lloras? – preguntó el hombre.
     -Yo no estoy llorando, señor – respondió ella.
    -Tal vez por afuera no, pero por adentro si. ¿Acaso no notas el brillo en tus ojos a punto de llorar? – habló el hombre nuevamente.
     Jozabel no lo soportó y en ese mismo momento, sus ojos estallaron en lágrimas y llanto. El extraño hombre al ver su reacción la consoló con algunas palabras.
     -¿Sabes qué? Cuenta una historia que una mujer lloraba junto al río, preguntándose por que la vida era tan injusta, cuando, de pronto, encontró una botella que contenía adentro un gran pergamino y escrito en él estaba, la llamada “Poesía de las Estrellas”… – El hombre la miró fijamente a los ojos – ¿Tu la conoces, verdad?
     - Eh…. No… – dijo Jozabel
     - Pues entonces te la diré – sonrió el extraño hombre y así, comenzó:
Me dijeron alguna vez,
que en una estrella vive Dios,

dando paz al que necesita

y siempre ofreciendo perdón.

El me lleva de la mano
a donde quiera que voy.

Yo siempre quiero estar a su lado,

porque así conozco el amor.

Me dijeron que esa estrella,
está en un lugar lejano,

pero a la vez tan cerca,

en el corazón de los seres humanos.

Cada vez que miro las estrellas pienso
¿en cual estará Dios?

Pero lo pienso dos veces

y sé que está en mi corazón.

      Jozabel miró con cariño al hombre, mientras le respondía con un ”gracias realmente es muy hermosa”. Así pasaron unas semanas de viaje y finalmente llegaron a Inglaterra. Al llegar, toda la gente la miraba a ella y a su familia con asco y superioridad.
    -Que grande es el poder de la discriminación y la maldad humana; que algunos hermanos míos sean crueles y amantes de la guerra, no significa que yo también lo sea – pensaba ella.
      Esa noche, Jozabel se puso a reflexionar… Una nueva vida le esperaba, ¿Por qué llorar? En ese mismo instante, ella recordó al misterioso hombre y a su poesía… Y luego pensó en la guerra…
    -¿Esto algún día se acabará? – dijo en un suspiro.
    -¿Por que vivir entre la guerra y la paz? – se preguntaba constantemente.
    -Solo Dios tiene la respuesta – se respondió rápidamente.
     Luego se quedó dos minutos en silencio.
    -No, nosotros tenemos, la tenemos – dijo corrigiéndose.
     Lentamente cerró los ojos y se quedó dormida.

LA PIPA DE LA PAZ


                                



                           
   Unos jóvenes que estaban de excursión en el campo encontraron un extraño objeto medio enterrado en el suelo. Lo desenterraron y lo limpiaron con cuidado. Parecía muy antiguo. Después de examinarlo con atención, vieron que era una especie de pipa india. Uno de ellos dijo que aquello debía de ser una pipa de la paz, pero no le hicieron mucho caso. La metieron en una bolsa y se la llevaron con ellos.
     De vuelta en la ciudad, estando en casa de uno de ellos, quisieron ver si funcionaba. Le echaron un poco de tabaco y la encendieron. De pronto comenzó a salir un humo amarillo y espeso que llenó toda la casa. Sacaron a toda prisa la pipa a la terraza y la dejaron en el suelo. Debería ser que el tabaco estaba húmedo o que la pipa tenía algo dentro. Pero cada vez salía y salía más y más humo. Tanto, que se formó una gran nube amarilla encima de la casa. Y la nube no paraba de crecer y crecer. Tan grande se hizo que les tapaba el cielo.
     Alarmados por lo que estaba pasando, la apagaron como pudieron. El viento comenzó a esparcir aquel humo amarillo por toda la ciudad y todos pudieron respirarlo. Los jóvenes quedaron asustados por lo ocurrido. Se salía de lo normal. La guardaron en la bolsa y decidieron no volverla a encender hasta saber la causa de ese misterioso humo.
     Al día siguiente la ciudad ya no era la misma. Algo había cambiado. Dejaron de haber peleas y discusiones. Los que estaban enfrentados hicieron las paces. Los que no se dirigían la palabra volvieron a hablarse como amigos. Los que nunca pedía perdón lo hicieron por primera vez. Los que estaban llenos de odio se pacificaron. Se acabaron los delitos y la policía dejó de tener trabajo. En las calles se respiraba un ambiente de paz. Estos eran los efectos que había provocado aquel humo amarillo.
     Al darse cuenta de lo ocurrido, los jóvenes quedaron maravillados. Aquella pipa era una auténtica pipa india de la paz. Casi no podían creerlo, pero lo cierto era que cada día que pasaba, la paz crecía cada vez más entre los habitantes de la ciudad. El humo amarillo se había quedado atrapado en sus pulmones y no podían perderlo. Por eso respiraban paz allá donde fueran. Y así las cosas, los jóvenes decidieron recorrer el mundo entero para contagiar a todos la paz que habían descubierto. Bastaba con encender la pipa de la paz y respirar.

DESTRUYENDO AL PRÓJIMO
                                 

                                                                                                 
        Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso. Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer.

    -Hacer unos comentarios no es algo tan grave - dijo ella al juez.
    -De acuerdo -respondió el magistrado- . Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló mal sobre el joven, después pique el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana vuelva para escuchar la sentencia.


      La mujer obedeció y volvió al día siguiente.

    -Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será condenada a un año de prisión- declaró el magistrado.
   -Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo!
    -De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho.

    Y envió a la mujer a la cárcel.

¿UN GAPE?

                   

      De un loco amor entre una gata y un perro nació  un pequeño y cariñoso ….¿GA-PE? o ustedes lo llamarían mejor un...¿TO-RRO?
      Esto pudo suceder únicamente porque su madre se la pasaba soñando que era una gata guardiana y  su padre soñando que miraba la luna desde los tejados.
      El caso es que esta criatura nació mitad gato y mitad perro.
     ¡SI!.Desde la mitad del lomo para arriba era un perro negro  con largas orejas y desde la mitad del lomo para abajo (o sea hasta el piso) era un gato atigrado, coronaba esta rareza una rulada cola negra como un botón.
     Su padre miró a su hijo tratando de buscar en qué se le parecía.
     Le tiró un palito para que lo buscara pero como este cachorro ni se movió  no lo hizo acordar a él cuando era joven y entonces lo abandonó.
     Su madre cuidó de él más tiempo pero cuando descubrió que no ronroneaba como los otros hijos que había tenido  también lo abandonó.
     Solo en la calle se quedó, sin comida, cariño ni calor, del miedo que tenía  se escondió  debajo de un diario tirado en la vereda.
     Por la mañana  asomó el hocico y paró sus orejar porque le pareció escuchar unos maullidos que le hicieron acordar a su mamá.
     Gracias a su  fino oído llegó a un callejón- Al  lado de una pescadería-lleno de gatos de todos colores que al  verlo se rieron tanto de él que cuando quiso maullar como ellos enmudeció, perdió  su voz por completo y sólo le salió un silencioso llanto.
     Comprendió que ese   no era un  lugar para él.
     Necesitó volver a esconderse debajo de algo de nuevo...Encontró una alfombra sobre un escalón delante de una puerta y se tapó lentamente con ella  para que nadie  lo viera.
    Por esa vereda pasó un paseador de perros que les había enseñado todo tipo de destrezas estos animales: Sabían dar la pata, hacerse los muertos, quedarse como estatuas y hasta traer palitos.
    Esto, por supuesto, le hizo recordar a su papá y quiso participar de los aprendizajes, así que salió de su nuevo escondite e intentó  ladrar como ellos, pero como se rió tanto  un salchicha  y todavía más un labrador caramelo de nuevo enmudeció, perdió su voz por segunda vez  y sólo le salió un dolido  llanto.
     Otra vez debía ocultarse- y esta vez sería para siempre- con la alfombra sobre su cuerpo nadie advertiría su rareza.
     Por la vereda  pasó un niño en triciclo, como estaba casi a su altura logró verlo.
     Se bajó, acarició su cabeza orejuda, subió al triciclo y cruzó la calle acompañado de su madre para entrar en la casa del frente.
     Desde la ventana  miraba de vez en cuando  al cachorro mientras jugaba con un avión que deseaba a toda costa que volara muy, pero muy alto.
     En su afán de conseguir altura el niño salió al balcón y fabricó  una torre con tres sillas que le permitió  llegar hasta el mismo techo.
     Su mamá  lo llamó a tomar la leche: ¡JOSÉ! ¡JOSÉ! está listo el chocolate-
     Como el niño no aparecía salió al patio y logró verlo arriba de su casa en el momento justo en que tiraba el avión por el espacio.
    ¡AYUDA! ¡AYUDA! - Gritaba ella, pero nadie se acercaba a socorrerlos.
    El habitante de abajo de la alfombra olvidó su rareza y cruzó la calle corriendo, trepó un árbol y saltó al techo como sólo  logran  hacerlo los gatos.
    Con su fuerte dentadura, como sólo pueden hacerlo los perros, tomó al niño de los pantalones y comenzó a bajarlo por la misma torre que había subido y lo dejó en su habitación para sorpresa de su madre.
    Ella no podía creer lo que había visto, tanta valentía y coraje en una  pequeña criatura.
    Para José esta compañía  se convirtió en un héroe y fue adoptado por la familia como mascota.
   Tanto cariño recibió que logró maullar y ronronear como los gatos y ladrar y traer palitos  como los  perros.
   De día es el mejor guardián y de noche sube a los tejados a mirar la luna.
                                                                                                Adriana Helena

EL VIENTO Y EL SOL

    El sol y el viento discutían para ver quién era el más fuerte.
El viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa?. Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú.
     Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
      Por fin el viento se calmó y se declaró vencido.
      Y entonces salió el sol y sonrió benignamente sobre el anciano.


      No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.

      El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza.

LOS DOS LOBOS

                    
                                        
     Un anciano Cherokee contaba a su nieto acerca de la lucha que se desarrollaba dentro de sí mismo. Ésta era entre dos lobos...
    "Uno es diabólico: iracundo, lujurioso, arrogante, mentiroso, falso predicador, vanidoso, resentido, ladrón, abusador y asesino.

     El otro es bueno: pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto".

     El nieto, después de unos minutos de reflexión, preguntó a su abuelo: "¿Y qué lobo ganará?"

     El anciano Cherokee simplemente respondió: "El que yo alimente".




EL PESO DE LA NADA


                                                                 


    Dime: ¿ cuánto pesa un copo de nieve? 

    Dime cuánto pesa un copo de nieve, preguntó un gorrión a una paloma.

    Nada de nada, le contestó.

    Entonces debo contarte algo maravilloso, dijo el gorrión:
    Estaba yo posado en la rama de un abeto, cerca de su tronco, cuando empezó a nevar. No era una fuerte nevada ni una ventisca furibunda. Nada de eso.
    Nevaba como si fuera un sueño, sin nada de violencia. Y como yo no tenía nada mejor que hacer, me puse a contar los copos de nieve que se iban asentando sobre los tallitos de la rama en la que yo estaba. Los copos fueron exactamente 3.741.952. Al caer el siguiente copo de nieve sobre la rama que, como tú dices, pesaba nada de nada, la rama se quebró.

    Dicho esto, el gorrión se alejó volando.

    Y la paloma, toda una autoridad en la materia desde la época de Noé, quedó cavilando sobre lo que el gorrión le contara y al final se dijo:

    Tal vez esté faltando la voz de una sola persona para que en este mundo tenga lugar la paz.

   
  
LA FLOR MÁS BONITA
   
                                 

      Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
    Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
     "¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la hija respondió:
    "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz" Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.
     Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China" La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
    Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
    En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado: Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
   "Ella fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.”


UNAS GALLETITAS



      A una estación de trenes llega, una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco fastidiosa, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa por el kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
    Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
     La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
     Por toda respuesta, el joven sonríe, y toma otra galletita.
     La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
    El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
   Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan caradura” piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
   Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
       -¡Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
       -De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
        El tren llega.
   Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”.
   Siente la boca reseca de ira.
  Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… ¡Intacto!
 Jorge Bucay


LAS ALAS SON PARA VOLAR




        …Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
     - Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
      - Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
    - Es verdad… – dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
     - Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás.
     El hijo dudó:
     - ¿Y si me caigo?
     - Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento – contestó el padre.
    El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente le dijeron:
    - ¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado… ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de pavadas? ¿Quién necesita volar?
    Los más amigos le aconsejaron:
    - ¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero… ¿desde la cima?
    El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó… Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra…
    Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:
    - ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
   - Hijo mío – dijo el padre – Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como para tirarse en un paracaídas, necesitas cierta altura antes de saltar. Para volar hay que empezar corriendo riesgos. Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre.
 Jorge Bucay

EL VALOR DE LAS COSAS





      Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
     El maestro, sin mirarlo, le dijo:
  - Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
   - E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
   - Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
    El joven tomó el anillo y partió.
   Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
   Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
     Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
     Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
     Entró en la habitación.
    - Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
     - Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
     El joven volvió a cabalgar.
    El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
    -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
     -¡¿¿58 monedas??!-exclamó el joven.
    -Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
      El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
     -Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
     Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Jorge Bucay

EL TEMIDO ENEMIGO



     Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era. 
     Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del reino. 
     Invariablemente todos le decían lo mismo: 
    - Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él, él conoce el futuro.
    (En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente “magos”). 
    El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí. 
      No decían lo mismo del rey. 
      Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso. 
     Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan: 
    Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus poderes… 
      Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó… 
     …Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le silencio de todos le preguntó: 
      - ¿Es cierto que puedes leer el futuro? 
      - Un poco – dijo el mago. 
      - ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey? 
      - Un poco – dijo el mago. 
      - Entonces quiero que me des una prueba -  dijo el rey – ¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte? 
      El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó. 
     - ¿Qué pasa mago? -  dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?…  ¿no es cierto que puedes ver el futuro? 
     - No es eso -  dijo el mago  -  pero lo que sé, no me animo a decírtelo. 
    - ¿Cómo que no te animas?-  dijo el rey-… Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes… Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino? 
      Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo: 
    - No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey… 
    Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados. 
      El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.  
       Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio…   Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. 
       Se dio cuenta de que se había equivocado. 
       Su odio había sido el peor consejero. 
       - Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado. 
       - Me siento mal  – contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido. 
       Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones… 
       El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte. 
      ¿Habría leído su mente? 
       La predicción no podía ser cierta. Pero… ¿Y si lo fuera?… Estaba aturdido.
       Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa. 
       El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta: 
      - Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales. 
     - ¡ Majestad!. Será un gran honor… – dijo el invitado con una reverencia. 
     El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen  su puerta asegurándose de que nada pasara… 
      Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora. 
      Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado. 
     Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa. 
      Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa. 
      El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro asunto… (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara). 
      El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados – aceptó… 
    Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente. 
      No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones. 
      Pasaron los meses y luego los años. 
      Y como siempre… estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio. 
     Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder. 
     Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. 
      Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes. 
     El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos. 
     Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó. 
     Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más odiado enemigo. 
     Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita. 
     El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró le dijo: 
     - Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho 
     - Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón. 
     - Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban… Estoy tan avergonzado… 
      - Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho. 
     Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos. 
       El mago lo miró y le dijo: 
      - Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía.  Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, – el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí… Te confieso hoy  que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender,  quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado nunca. 
     Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles… y sin embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos. 
    Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes. 
     El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos… 
     Cuenta la leyenda… que misteriosamente…  esa misma noche… el mago… murió durante el sueño. 
      El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente… y se sintió desolado. 
    No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo. 
      Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo. 
       ¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte? 
     Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después. 
       Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos… 
      Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.  
     Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos. 
       Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación. 
     Cuenta la leyenda… que esa misma noche… veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey  murió en su lecho mientras dormía… quizás de casualidad… quizás de dolor… quizás para confirmar la última enseñanza del maestro.
Jorge Bucay


INTENTARÉ SER FRESIA



    Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
     El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
    Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
     La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una Fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
     El rey preguntó:
     - ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
    - No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: “Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda”.
     Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate.
     No hay posibilidad de que seas otra persona.
    Puedes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor, o puedes marchitarte en tu propia condena…
Jorge Bucay

LA COBIJA





   Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa, durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.

     Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
   A los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
    Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su hijo.
    Don Roque toco la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.
     - Hola papá!
     - Que milagro que vienes por aquí!

     - Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.

     - Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.

    - Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? Me siento tan solo!.

     - ¿Quedarte a vivir aquí?, si….. claro…… pero no se si estarías a gusto, tú sabes, la casa es chica mi esposa es muy especial….. y luego los niños….

     - Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tendera la mano.

     - No padre no es eso, solo que…. no se me ocurre donde podrías dormir.

     No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían…. o solo que no te moleste dormir en el patio…

      - Dormir en el patio está bien.
     El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de 12 años.
     - Dime papá.

     - Mira tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.

     - Si con gusto….. y ¿donde va a dormir?

     - En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.

     - Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos.
    En ese momento llegó su padre.
    - ¿Que haces Luis? ¿Por que cortas la manta de tu abuelo?

    - Sabes papá, estaba pensando…..

   - Pensando ¿en qué?.- En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa….
Jorge Bucay

EL BUSCADOR

     Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
     Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
   - No ningún familiar – dijo el buscador – ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
     El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fue lo disfrutado…, a la derecha, cuánto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿Una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? … ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?,  ¿y el casamiento de los amigos…? ,  ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Jorge Bucay


LA PRINCESA BUSCA MARIDO


     Había una vez una princesa, que quería encontrar un esposo digno de ella, que la amase verdaderamente. Para lo cual puso una condición: elegiría marido entre todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio donde ella vivía, sin separarse ni un solo día. Se presentaron centenares, miles de pretendientes a la corona real. Pero claro al primer frío la mitad se fue, cuando empezaron los calores se fue la mitad de la otra mitad, cuando empezaron a gastarse los cojines y se terminó la comida, la mitad de la mitad de la mitad, también se fue.
    Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre, empezaron de nuevo los fríos, y solamente quedó un joven.Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
    La princesa que había despreciado a todos, cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando, que quizás ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado en Octubre, había pasado frente a él en Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera. Entonces le había dicho al rey:

   - Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere.


   El rey se había puesto contento y comenzó a prepararlo todo. La ceremonia, el banquete e incluso, le hizo saber al joven, a través de la guardia, que el primero de Enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio porque quería hablar con él.
  Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. El 31 de Diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:

   - Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?

    Y el hijo contestó:

   - ¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no me evitó una sola noche de sufrimiento. Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi amor, ¿verdad madre?

   Cuando estás en una relación, y te das cuenta de que pudiendo evitarte una mínima parte de sufrimiento, el otro no lo hace es, porque todo se ha terminado.


Jorge Bucay
                                               

CUENTO SIN U
                                           

      Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio. Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, Como esperándolo. Se acercó, lo alzó y se miró en él. Se vio bien. No se vio tan joven, pero los años habían sido bastante bondadosos con él. Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de sí mismo.
       Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia:

La bronca,
el desprecio,
la agresión,
el abandono,
la soledad.


       Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea. Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más. Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.

      Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes atraen a los metales.
Resistió y aceleró el paso.

      Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen horrible de sí mismo. Corriendo, llegó a la casa donde había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las sábanas.

       Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la memoria de esa imagen:


la del resentimiento,
la del dolor,
la de la soledad,
la del desamor,
la del miedo,
la del menosprecio.
Había ciertas cosas indecibles e impensables....
....Pero él sabía donde había empezado todo esto.


      Empezó esa tarde, hacía treinta y tres años... El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de los otros. Esa tarde, el niño decidió borrar, para siempre, la letra del alfabeto. Esa letra. Esa. La letra necesaria para nombrar al otro si está presente. La letra imprescindible para hablarle a los demás, al dirigirles la palabra. Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados... y entonces no había motivo para sentirlos necesarios.... se sentiría, por fin, libre......


EPILOGO:
Escribiendo sin "U"
puedo hablar hasta el cansancio de mí,
de lo mío, del yo,
de lo que tengo,
de lo que me pertenece...
Hasta puedo escribir de él,
de ellos
y de los otros.
Pero sin "U"
no puedo hablar de ustedes,
del tú,
de lo vuestro.
No puedo hablar de lo suyo,
de lo tuyo,
ni siquiera de lo nuestro.
Así me pasa....
A veces pierdo la "U"....
y dejo de poder hablarte,
pensarte, amarte, decirte.
Sin "U", yo me quedo pero tú desapareces...
Y sin poder nombrarte,
¿cómo podría disfrutarte?.
Como en el cuento... si tú no existes,
me condeno a ver lo peor de mí mismo
reflejándose eternamente,
en el mismo
mismísimo
estúpido
espejo.

Jorge Bucay


Enlaces significativos:
Cuentos de Paz y ordenados por valores.
Cuentos para una convivencia sin violencia.
(Ordenados por convivencia, regulación de conflictos, solidaridad, interculturalidad, igualdad de género, desobediencia constructiva y desarme).
Cuentos infantiles cortos sobre valores humanos.


6.3.2. CUENTOS PARA ESCUCHAR



UN CHOCOLATE MUY ESPECIAL



UNA FAMILIA GRANDE PARA UN NIDO PEQUEÑO



BAJO UNA SETA



SOFÍA Y EL DRAGÓN



EL OTRO REY



EL VIEJO ÁRBOL



EL COLECCIONISTA DE SEMILLAS



EL OSO Y LA MUÑECA



LLUVIA DE ESTRELLAS



CUENTO POR LA PAZ



EL VALOR DE LA AMISTAD (POCOYÓ)



CAILLOU HACE UN NUEVO AMIGO



CAILLOU SE PELEA



 ROSIE MOLESTA A CAILLOU



CAILLOU, UN BUEN AMIGO



LA VIRTUD DE LA GENEROSIDAD



EL TEMIDO ENEMIGO (JORGE BUCAY)



OBSTÁCULOS (JORGE BUCAY)



CODICIA (JORGE BUCAY)



LA TRISTEZA Y LA FURIA (JORGE BUCAY)



LA PRINCESA BUSCA MARIDO (JORGE BUCAY)




Enlace significativo:
Más cuentos de Jorge Bucay.



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